a la orilla de la mejilla pálida
del alma derrotada en ninguna parte
en los recovecos del sollozo.
Llueve dentro,fría sentida
a poco el calor no llega
y se abandona el atisbo de alegría.
Llueve con cada susurro
el que aquí no hace mas eco
y la distancia pone por medio
cual muro
por donde no escapar.
Llueve a remolinos
como el oleaje embistiendo
la pared de la casa
no hay calma
mas hundida en la pena
llegando una tormenta
atormentando la noche.
Llueve y por mas abrigo que se busca
inquilinos de la oscura
pero serena estancia
nos invade
nos aísla.
Inguma.